Faltando poco más de una semana para una nueva edición del Maratón Acuático de Baradero, vuelvo a publicar parte de la nota donde conté mi primer experiencia en aguas abiertas:
En Noviembre de 2006 nadé por primera vez en Aguas Abiertas.
Sinceramente nunca me imaginé que a los 34 años iba a descubrir una experiencia tan apasionante. La verdad fue que me empujaron a descubrirla. Yo no quería saber nada con eso de nadar tantos kilómetros y sin poder seguir la línea negra del fondo de la pileta, no quería saber nada con el agua fría, ni con la posible fauna del río. Fue gracias a la insistencia de Pablo (mi entrenador) que terminé anotada en los 9 km.
El 5 de Noviembre llegamos a Baradero en un día nublado. Mientras se disputaban los 2 km comenzó la lluvia y los nervios. Nuestro coach decía que si llovía era mejor porque el agua estaba más templada... Pero cuando embarcamos para salir ya era un diluvio y la organización tuvo que suspender el evento para el sábado siguiente. Y allá fuimos otra vez, el 11 de Noviembre, con un sol radiante y muchos más nervios.
Todo transcurrió muy rápido, el barco, ir mirando los puntos de referencia mientras remontábamos el río, la largada, el agua helada, los primeros 500 metros con la cabeza fuera del agua mirando hacia dónde ir y ese cambio de aire glorioso que hace que uno empiece a disfrutar de lo que está haciendo. Nadar mirando la costa, las vaquitas, los lugareños, la curva "Así-Así", las motos acuáticas que te hacían tragar agua, las olas provocadas por las lanchas, y en un momento llegar al camping que marca que solo faltan 2 km para terminar. Todo esto mientras escuchaba como en un sueño las palabras de mis compañeros de equipo que me repetían "vas a ver que Baradero te cambia la vida". Yo no los entendía cuando trataban de convencerme para que fuera y solo en ese momento, nadando sola en medio del río, los entendí.
Llegué a la meta con una sensación de satisfacción personal y de agradecimiento indescriptibles. No se puede poner en palabras. Se siente. Como dice la canción que le da nombre a este espacio: "el agua fortalece el alma".
Todos los nervios y temores quedaron atrás y olvidados. La satisfacción de haber terminado la prueba fue inmensa y cuando me llamaron para premiarme por el segundo puesto de mi categoría no lo podía creer. Porque el premio fue haber vivido esa experiencia y la medalla fue un extra...
Sinceramente nunca me imaginé que a los 34 años iba a descubrir una experiencia tan apasionante. La verdad fue que me empujaron a descubrirla. Yo no quería saber nada con eso de nadar tantos kilómetros y sin poder seguir la línea negra del fondo de la pileta, no quería saber nada con el agua fría, ni con la posible fauna del río. Fue gracias a la insistencia de Pablo (mi entrenador) que terminé anotada en los 9 km.
El 5 de Noviembre llegamos a Baradero en un día nublado. Mientras se disputaban los 2 km comenzó la lluvia y los nervios. Nuestro coach decía que si llovía era mejor porque el agua estaba más templada... Pero cuando embarcamos para salir ya era un diluvio y la organización tuvo que suspender el evento para el sábado siguiente. Y allá fuimos otra vez, el 11 de Noviembre, con un sol radiante y muchos más nervios.
Todo transcurrió muy rápido, el barco, ir mirando los puntos de referencia mientras remontábamos el río, la largada, el agua helada, los primeros 500 metros con la cabeza fuera del agua mirando hacia dónde ir y ese cambio de aire glorioso que hace que uno empiece a disfrutar de lo que está haciendo. Nadar mirando la costa, las vaquitas, los lugareños, la curva "Así-Así", las motos acuáticas que te hacían tragar agua, las olas provocadas por las lanchas, y en un momento llegar al camping que marca que solo faltan 2 km para terminar. Todo esto mientras escuchaba como en un sueño las palabras de mis compañeros de equipo que me repetían "vas a ver que Baradero te cambia la vida". Yo no los entendía cuando trataban de convencerme para que fuera y solo en ese momento, nadando sola en medio del río, los entendí.
Llegué a la meta con una sensación de satisfacción personal y de agradecimiento indescriptibles. No se puede poner en palabras. Se siente. Como dice la canción que le da nombre a este espacio: "el agua fortalece el alma".
Todos los nervios y temores quedaron atrás y olvidados. La satisfacción de haber terminado la prueba fue inmensa y cuando me llamaron para premiarme por el segundo puesto de mi categoría no lo podía creer. Porque el premio fue haber vivido esa experiencia y la medalla fue un extra...
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