lunes, 3 de enero de 2011

La Carreta Vacía

"Caminaba despacio con mi padre, cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio, me preguntó:
- 'Además del canto de los pájaros, ¿escuchás alguna cosa más?'
Agudicé el oído y le respondí:
- 'Oigo el ruido de una carreta'.
- 'Eso es!!! —dijo mi padre—, una carreta! Pero es una carreta vacía'.
Pregunté a mi padre:
- ¿'Cómo sabés que está vacía, si aún no la hemos visto?'.
Entonces mi padre respondió:
- 'Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía. Por el ruido. Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace'.

Me convertí en adulto, y ahora, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación, siendo inoportuna o arrogante, presumiendo de lo que tiene o de lo que es, mostrándose prepotente o menospreciando a los demás, tengo la impresión de oír de nuevo la voz de mi padre diciendo: 'Cuanto más vacía va la carreta, mayor es el ruido que hace'.
La humildad hace callar a nuestras virtudes y permite a los demás descubrirlas, y nadie está mas vacío que aquel que está lleno de sí mismo."

Anónimo
 
Cuando empecé este espacio y leí los consejos de Blogger, decía que un blog no es un lugar donde copiar los power point o chistes que llegan en las cadenas de e-mails; pero a veces, las cosas que me llegan son tan hermosas que es imposible no compartirlas.
El texto anterior me llegó en un mail llamado Humildad y me hizo acordar tanto a la sabiduría de mi viejo, que casi lo siento propio...
Nací y pasé mis primeros años en el "potrero", viendo a menudo más carretas y caballos que autos. Era un mundo bien concreto, donde la virtualidad ni siquiera era argumento de las películas de ciencia ficción que veía en blanco y negro en los "sábados de super acción" por canal 11.
El andar de las carretas se reducía a la voz de mando de los jinetes: - Arre! Arre! para arrancar; - Co Cooo! para parar.
La leche, el kerosene, los huevos, las sandías, las masetas, los baldes y palanganas, los artículos de limpieza, y muchas otras cosas llegaban a nuestra puerta en carros y carretas. Y mientras mis padres hacían las transacciones correspondientes, yo me quedaba mirando como los caballos comían apresurados el pasto de mi casa, reponiendo energía para iniciar una nueva marcha al sonar el arre!.
Eso era todo, nada mágico, nada sorprendente, nada importante quizás, pero tan maravilloso para la mirada de una niña que va descubriendo el mundo de a poco...
Esas carretas, (al igual que ese barrio, mis padres, mis vecinos, esa época) no estaban vacías; estaban cargadas de historias y virtudes que fui descubriendo con los años.
Ahora, con una mirada adulta, me doy cuenta que históricamente no hicieron demasiado ruido. Esas carretas, esos jinetes, esas personas, esas vidas, pasaron quizás sin hacer ruido, pero dejando huella. Una huella que me permite estar hoy escribiendo esto y compartiéndolo, sin hacer demasiado ruido...
Hace años aprendí que "todo tiempo pasado fue anterior" (lo de mejor o peor lo dejo para quién pueda o quiera juzgar); pero gracias a lo anterior es que me puedo ver en el hoy, sintiendo que a veces no hacer mucho ruido está bueno. Es lo que me enseñaron y lo que aprendí (con todas las falencias que pudo haber en ese "proceso de enseñanza - aprendizaje").
Es lo que hace que hoy disfrute más del cantar de los pájaros (cuando la ciudad me deja oírlos) que del ruido del mejor motor del mejor auto...
 
...enjoy the silence...

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