miércoles, 25 de abril de 2007

El Agua de la Vida Parte II

"Los primeros pasos"


o quizás debería decir, las primeras brazadas...


Como les conté en la "parte I", mi papá también era un apasionado por el agua, así que cuando construyó su propia casa (en Wilde, donde nací) hizo una pileta en el patio del fondo. Era una pileta de cemento de unos 4 x 2 mts. y con unos 70 cm de altura, que estaba rodeada de árboles frutales. Recuerdo con gran claridad, aquellos días de verano metida en la pileta a la sombra del mandarino o del ciruelo, jugando a hacer puentes de agua con la manguera...



En esa pileta aprendí a flotar, primero con mi salvavidas en forma de patito y luego con mi pelota inflable y también aprendí a meter la cabeza abajo del agua, con la ayuda de los empujones de mi hermana...


Por aquellos años, el Club Atlético Independiente, otorgaba a cada escuela pública y para cada grado, una beca completa para acceder a todas las instalaciones y actividades del club, sin cargo.
Cuando yo cursaba el 1º grado, en el año 1979, y por ser buena alumna "me gané" la beca de Independiente y así, cuando terminaron las clases y llegó el verano, empecé a ir a la pileta todos los días con mi hermana mayor.


Nos tomábamos el colectivo bien temprano y llegábamos al club a las 9 (hora en la que abría).


Los días en el club eran muy agradables. Íbamos de martes a domingos (los lunes cerraban por limpieza) y no faltábamos aunque lloviera.


Nos hicimos amigas de un grupo de familias de las que ya no recuerdo los nombres, pero con las que compartimos días inolvidables.


Cuando se entraba al club, por la calle Cordero, la cancha de fútbol quedaba a la izquierda, (foto) y a la derecha estaba la cancha de patín, la pileta chica, la pileta olímpica con trampolines, los vestuarios y al fondo, el camping, otra pileta recreativa (que usaba la colonia) y un gran estacionamiento donde se podía jugar al tenis, al fútbol o al voley... Más al fondo quedaba el complejo de tenis y todo esto estaba rodeado por las vías del tren...


A las 10 y a las 17 el "profesor Vazquez" daba clases de Natación (sin cargo, para todo el quisiera) y yo tomaba las dos.


Nos llevábamos la vianda y almorzábamos en el camping. Después cumplíamos a rajatabla las dos horas de digestión, y matábamos el tiempo jugando al chinchon, la escoba o el jodete.

Al mes de concurrir a las clases, ya había pasado de la pileta chica a la parte baja de la pileta grande (olímpica). Hasta que un día llegó la prueba de fuego y me revolearon en la parte honda (7 mts.) para que flotara, con el único auxilio de un palo de 3 mts. que tenía el profesor en la mano, por las dudas. Floté y me encantó, porque con esa profundidad el agua se veía más azul, y para mi corazón infantil eso era como estar en medio del océano...


A las 19 hs. retiraban a los infantiles (menores de 12 años) del agua, pero como los guardavidas ya nos conocían y mi hermana se había hecho amiga de algunos ("el mono" y "el rubio") me dejaban quedarme hasta las 21 hs. Y eso era maravilloso, porque cuando empezaba a oscurecer prendían unos reflectores que había dentro de la pileta (ojos de buey a los costados y aproximadamente a un metro de profundidad) y el agua se iluminaba de una manera asombrosa...


Muchas veces éramos las primeras en llegar y las últimas en irnos, pero nunca nos cansábamos.

Recuerdo interminables aventuras vividas en ese club que era inmenso. Nos escabullíamos a la hora de la digestión y entrábamos a la cancha sin permiso, recorriendo las tribunas en busca de tesoros; le construíamos la cucha a "Cachilo" (el perro del club) con unas piedras y vigas rotas que estaban detrás de la cancha y le llevábamos agua y comida; tomábamos clases de patín, de jockey sobre patines (con Lalo), de cama elástica (con el profe que era hermoso y del cuál me enamoré profundamente y en secreto), jugábamos al tenis, a pelota paleta en el frontón, etc. etc. etc.

En este punto y para terminar, le agradezco a mi hermana por bancarme y por cuidarme cada día y al profesor Vazquez por haberme enseñado a nadar y a divertirme en el agua y por haberme promovido al equipo de Natación, con el Profesor "Corcho" (Eduardo Corcchio), cuando estaba por terminar la temporada...
Pueden disfrutar de más imágenes de este relato y de la primera parte en el álbum "El agua de la vida" o en

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