Hace una semana ya que se me presentaba el desafío de nadar por primera vez en mi vida los 400 metros combinados. Nunca antes los había nadado, ni en entrenamiento, ni siquiera como ablande. Sumado esto a no haber entrenado durante el mes previo al Master y al malestar corporal que me seguía aquejando, me convertieron literalmente en "una bola de nervios". Desde que me levanté me tuve el presentimiento que no iba a poder terminar la carrera, que algo haría que tuviera que abandonar una prueba por primera vez.
Llegué al natatorio convencida que le pediría a mi entrenador que me borrara de la prueba, pero recordé que ese día teníamos una posta mixta y si me borraba, mis compañeros perdían la posibilidad de nadarla (terrible maldición de ser solo 2 mujeres en el equipo y no poder realizar ningún cambio).
Mi neurosis comenzó a debatirse entre la lealtad y compañerismo y el instinto de conservación. El hecho de que fuera la anteúltima prueba extendió el lugar para la duda, hasta el punto de parecer que Eros y Tánatos se debatían incansables dentro mío. Obviamente con solo verme, mis compañeros huían despavoridos tratando de no contagiarse la rabia.
Llegó el mediodía y la angustia se hizo carne en mí y brotaron las lágrimas. Me decía a mí misma que no tenía sentido nada de eso, pero igual no servía de consuelo.
Me fui a tomar buscar un café para ver si así mi cuerpo dejaba de temblar y me crucé con un nuevo amigo que me acercó este blog; en la charla le comenté de mi temor (no podía pensar en otra cosa) y el me recomendó que saliera "tranca" en mariposa y que todo iba a salir bien (Gracias Marcos!). En la prueba anterior todavía intentaba convencer a mi entrenador de que todo eso de los 400 era una mala idea, pero él me respondía que el único distinto eran los 100 mariposa y que lo demás me iba a salir solo.
Faltando una serie para que me tocara competir me abarcó un sentimiento de resignación pero mi mal humor no cambiaba y los nervios no se iban. Cuando las nadadoras de la serie anterior ya iban por los últimos 100 metros decidí mojarme en la pileta de ablande antes de tirarme. Le dí el "papelito" de largada a mi entrenador e intenté llegar a la pileta de ablande, pero m epatiné en el camino y caí toda despatarrada en una piletita de unos 10 cms de agua. Quedé como crucificada en el piso hasta que una de las chicas que competía en mi serie me preguntó: "¿Estás bien? -NO! le respondí y me agarró un ataque de risa. Me ayudaron a levantarme justo a tiempo para cuando me llamaban a competir y allá fui con mi osamenta adolorida. Entre el dolor, no solo físico si no del orgullo y la persistencia en mi mente del papelón que acababa de pasar, los 400 combinados pasaron sin pena ni gloria, o más literalmente, de golpe y porrazo.
Al terminar felicité a quien había terminado primera de la serie y que me había ayudado a levantarme. el comentario entre las otras nadadoras era: "Hacete ver por un médico, fue horrible el golpe que te pegaste, no es joda" pero yo no paraba de reírme.
Finalmente, gracias al golpe, los 400 combinados resultaron divertidos. Y encima terminé siendo Subcampeona de mi categoría...
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