martes, 23 de octubre de 2007

Entre Aguas turbulentas

2023 - A más de 15 años de haber publicado esta nota alguien la consideró ofensiva y la denunció por suplatanción de identidad. 
Como sigo siendo curiosa dejaré solo la anécdota personal y no la nota del diario La Nación a la que hacía referencia y la que supongo que generó las molestias.
Allá por 1986, yo cursaba mi primer año de secundaria y tuve la suerte de estrenar un plan de estudios (tuve uno distinto por cada año) que incluía tres talleres obligatorios dentro de la curricula. Uno de ellos era de Artesanías donde aprendí a trabajar con madera y cuero; otro era de Natación, que fue el responsable de que retomara mi pasión en la adolescencia luego de haber abandonado Independiente; y el último era de Turismo. En este, conocí una profesora de Geografía, quien creía que la mejor forma de aprender, era saliendo de los libros y las paredes protectoras de la escuela y conociendo el mundo que nos rodeaba y al cual íbamos a salir al término del secundario.
Beatriz nos hizo pasear por las calles de La Boca y conocer en vivo y en directo el Riachuelo, además de la cancha de Boca, el museo Quinquela Martín, la vuelta de RochaCaminito y el Puente Avellaneda, entre otros lugares. También fue la responsable de que hiciéramos nuestra primer monografía con los datos relevados en esos lugares.
Dos años más tarde, volví a tenerla como profesora de Geografía y aprendí innumerables datos y conceptos, pero sobre todo aprendí a tener conciencia social. Con "La Geoprofe" (como la llamábamos) organizábamos la recolección de alimentos para el comedor de otra escuela donde ella trabajaba. Una vez por semana anunciábamos al resto del colegio la realización de un día especial (por ejemplo: "el día de la zanahoria") donde nadie podía entrar al colegio si no traía el alimento solicitado. Juntamos así kilos y kilos de papas, zanahorias, cebollas, arroz, azúcar, polenta, etc. Hasta que un día el director del colegio, prohibió esta realización porque "retrasaba el ingreso de los alumnos".
Al finalizar ese año, "la Geoprofe" fue reemplazada por otra y no volvimos a verla por el colegio.
En 1990 se estrenó "La Sociedad de los Poetas Muertos" y el profesor Keating nos hizo recordar a nuestra amada Geoprofe. Le escribimos cartas, la fuimos a visitar y recordamos muchos de los momentos compartidos.
Luego la vida nos hizo crecer, el estudio y el trabajo nos separaron y nos llevaron lejos del barrio, pero "la geoprofe" dejó una marca indeleble en mi corazón (y estoy segura que en el de mis compañeros también).
 dicen que la vida es como una rueda y hoy, a más de 20 años, una nota titulada "las Aguas bajan turbias" de la revista "Caras y Caretas" me llevan de regreso al Riachuelo y a la Geoprofe.
Quienes estén interesados en continuar la historia no tienen más que buscar la nota y leerla.
"Mi Geoprofe", después de tantos años, me sigue enseñando que vale la pena luchar por los ideales.
No tengo palabras para describir lo orgullosa que estoy por haberla conocido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece muy interesante lo que ella logro.. trabajaba en la Unidad Sanitaria de Porres no es asi?