lunes, 28 de mayo de 2007

Ninguna palabra...

..."No sé cuánto tiempo permanecí sentado en la vía, contemplando el púrpura desaparecer del cielo tan en silencio como lo hiciera por la tarde. De todos modos el suficiente para que mi trasero empezara a resentirse. Iba a incorporarme, cuando miré hacia la derecha y, a no más de diez metros de distancia, vi una cervatilla en el firme de las vías.
El corazón me dio un vuelco con tal fuerza que creí que iba a salírseme por la boca. Sentí una gran excitación en estómago y genitales. No me moví. No podría haberlo hecho aunque hubiera querido. Los ojos de la cervatilla no eran pardos, sino de un negro intenso como el terciopelo que usan en las joyerías para exponerlas joyas. Sus orejitas eran ante arañado. Me miraba con serenidad, con la cabeza levemente inclinada en lo que tomé por curiosidad, al ver a un chico con el pelo enmarañado, con pantalones con vueltas y camisa caqui con los codos remendados y el cuello subido al estilo de la época. Lo que yo estaba viendo era una especie de regalo, algo que se me ofrecía con una despreocupación realmente pasmosa.
Nos quedamos largo rato mirándonos... creo. Luego, la cierva se volvió y se alejó hasta el otro lado de las vías, moviendo despreocupadamente su rabo corto y blanco. Encontró hierba y se puso a pacer. No podía creerlo. Se había puesto a pacer. No se volvió a mirarme; ni necesitaba hacerlo; yo estaba petrificado."

[...]

"Quería decirle algo más a Chris, pero no sabía cómo hacerlo.
- Bueno, amigo, chócala -dijo, en tono cansado.
- Chris...
- Chócala.
Lo hice.
- Te veré.
Sonrió... aquella sonrisa suya tierna y luminosa.
- No si yo te veo primero, cara tonto.
Se alejó, riéndose todavía, moviéndose ágil y airosamente, como si estuviera reventado como yo ni tuviera ampollas como yo, y picaduras y mordeduras de mosquitos y ninguas y jejenes, como yo. Como si no tuviera preocupación de ningún tipo, como si se encaminara a un lugar realmente importante en vez de simplemente a una casa (correspondería más a la verdad decir choza) de tres habitaciones, sin instalaciones sanitarias y con los cristales rotos cubiertos con plástico y con un hermano que seguramente le estaba esperando escondido en el porche de delante. Aunque yo hubiera sabido decir lo correcto seguramente no habría podido decirlo. Las palabras destruyen las funciones del amor (supongo que es terrible que un escritor diga esto, pero creo que es cierto). Si hablas para decirle a una cierva que no le deseas ningún daño, se esfumará con un simple meneo del rabo. Lo malo es la palabra. El amor no es lo que los poetas cretinos como McKuen quieren hacerte creer. El amor tiene dientes que muerden; y las heridas jamás cicatrizan. Ninguna palabra, ninguna combinación de palabras puede curar esas mordeduras del amor. Pero también lo contrario es cierto, ésa es la ironía. Si esas heridas cierran, las palabras se mueren con ellas. Podéis creerme. Me gano la vida con las palabras y sé que es cierto."

[...]

"Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar. Son cosas de las que uno se avergüenza, porque las palabras las degradan. Al formular de manera verbal algo que mentalmente nos parecía ilimitado, lo reducimos a tamaño natural. Claro que eso no es todo, ¿verdad? Todo aquello que consideramos más importante está siempre demasiado cerca de nuestros sentimientos y deseos más recónditos, como marcas hacia un tesoro que los enemigos ansiaran robarnos. Y a veces hacemos revelaciones de este tipo y nos encontramos sólo con la mirada extrañada de la gente que no entiende en absoluto lo que hemos contado, ni por qué nos puede parecer tan importante como para que casi se nos quiebre la voz al contarlo. Creo que eso es precisamente lo peor. Que el secreto lo siga siendo, no por falta de un narrador, sino por falta de un oyente comprensivo."


Stephen King,

"El Cuerpo"

(Publicado en

"Las 4 Estaciones" -

"El Otoño de la Inocencia")

Fragmentos del cuento que la mayoría conoce por la película "Cuenta Conmigo".

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